lunes, 3 de noviembre de 2008

Sobre las vueltas que da la vida o desvelamiento de verdades

El fin de semana fue una mierda envuelta en papel de regalo que terminó con una cena en H.R. Lo mejor que pude hacerlo fue picar algo de la entrada, tomarme dos litros de limonada y comerme las patatas de Ojosmar, mi plato de pasta -que tenía una finta as-que-ro-sa-, apenas y lo miré.
La maldita regla me hizo parecer una loca frente a Ojosmar; ratos de llanto combinado con accesos de euforia. Casi no comí, eso fue lo único bueno. ¡Putas hormonas! Si algo me exaspera más que las personas exasperantes, es que me exaspere por nada gracias a las hormonas. 
La novia de Bob fue algo bueno también, llegó de ver a sus chicos y platicamos mucho, mucho, mucho; dice que me ve como una hija, fue muy cagado porque yo la veo como una mamá, no es que se parezca a mi madre, sólo es la mujer más vieja con la que convivo. 
La que me cagó fue la novia de Ojosmar, es una imbécil; no sé cómo él la tolera ni me explico tampoco cómo a ella no le importa ser tan poca cosa, ser tan ignorante, tan simple. Lo que hace el fucking dinero.
El sábado fue raro. Hice muchas cosas, arreglé el clóset, fui a la lavandería y acomodé mis libros. Me encontré un cuento muy raro que trata de unos hermanos gemelos que son amantes; está loquísimo. Toda la tarde me sentí muy rara... sola, triste, no me había dado tanto gusto ver a mi cuñada llegar desde que vivo aquí. 
El viernes fui a una pasarela, ¡Oh dios! eran diez mujeres perfectas en tacones de 12 centímetros de alto. Después hubo un cóctel, y en vez de inspirarme con ellas, me valió pito y arrasé con el buffette; menos mal era de mariscos, me da vergüenza escribirlo aquí, pero tenían un filete al curry exquisito. Bebí, obvio, agua y dos vodkas con jugo de arándanos... soy una looser.
Por qué, me pregunto yo, sólo hablo de comida en este blog, si se supone que la comida debería estar erradicada de mi vida... ¡Diablos!
Pero esta semana me compro mi balanza.
La verdad que no quería admitir: él NO va a dejarla, él es un IMBÉCIL y yo una ingenua. Je, esta parte parece un novelita rosa, en realidad es un cliché mexicano, un lugar común; el amor no transforma a las personas ni cambia nada. EL AMOR A FIN DE CUENTAS, ESTORBA.
Mejor me largo por hoy, la vuelta de tuerca, o "de la vida", mañana, que aún debo digerirla.

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